El sentido común, después de todo, no es tan común.
Cuando más se necesita la sensatez, la necedad invade los sentidos. Los hindúes hablan del Velo de Maya, que básicamente es un velo que no nos permite ver la realidad tal y como es. Maya significa ilusión en sánscrito. Siendo un poco menos culteranos y presuntuosos, podemos decir que hay veces en las que la estupidez no nos deja ver las cosas como son.
¿Qué es el Hindenburg y cuál es su incidente? ¿Qué relación puede tener con los escritos piteros de un güey aburrido en su casa?
Respuesta a la primera pregunta.
En 1937 existía un dirigible, o zeppelin, llamado Hindenburg, esta primitiva aeronave explotó en el cielo por razones desconocidas, cayó sobre la pista de aterrizaje sobre la cual se suponía debía aterrizar y finalmente terminó de incendiarse. Sin ser tan trágico como el Titanic ya que en el Hindenburg sólo murieron 35 personas de las 61 que iban a bordo, fue una muestra más del ser humano masticando más de lo que puede tragar.
La segunda pregunta tiene una respuesta muy sencilla: es una metáfora que Elisa entiende.
Pues sí mi querida amiga, el zeppelin explotó y debo decir que esperaba una bola de fuego más grande en el cielo, que tal vez rivalizara con el sol, sin embargo, es como si el fuego se hubiera consumido a sí mismo y creado un vacío. No estoy muy seguro de por qué ocurrió esto. Tal vez la explosión sí fue muy brutal pero todos cerramos los ojos y no la quisimos ver, de manera que parece menor el desastre, o de plano fue una explosión Hindenburg-esca en la que el fuego se consumirá muy lentamente dejando sólo el esqueleto calcinado.
Las ramificaciones de la explosión no se pueden prever ya que no existe un parámetro exacto con el cual se puedan comparar y tener un plan de acción listo. Las causas de dicho desastre son muy sencillas: mal manejo del dirigible tanto de la tripulación como del control de tierra, incompetencia en el mantenimiento, incomprensión del funcionamiento del mecanismo y existe la posibilidad de una falta de interés por el buen llegar del dirigible a su destino. ¿Los culpables? Todos y nadie, estas cosas pasan y por más planes emergentes que se puedan tener preparados, el nerviosismo del momento anterior al desastre anula cualquier posibilidad de salvamento.
Pero c'est la vie.
Una vez que el fuego se haya apagado y los restos carbonizados del dirigible puedan ser estudiados lo más importante es aprender la lección de qué salió mal. Poco antes y poco después del accidente no hay mucho qué hacer o decir, lo único que queda es ese silencio extraño en el que las palabras nunca van a poder dar un recuento pormenorizado de lo ocurrido, puede haber una descripción puntual del evento, pero es imposible no dejar algo de nosotros mismos en dicha descripción, tendemos a ser participes de los eventos y Maya, una vez más, cambia la posible percepción de la realidad cómo es y nos presenta aquello que terminamos viendo. Porque desde el piso, te sientes tentado a subirte al dirigible, quieres dar una vuelta en el dirigible, ser uno de los afortunados que se encuentran allá arriba disfrutando, pero cuando te subes, puede no tener nada de especial y mientras ves el piso acercarse y las llamas consumir todo alrededor, desearías ser uno de los incautos en el piso que no se van a estrellar o calcinarse.
Por eso, para hacer un recuento y un damage control de lo ocurrido se necesitan distintos testigos que no estén prejuiciados o directamente afectados por el desastre.
Encontrar a dichos testigos va a ser difícil y arduo, te hace pensar que realmente no vale la pena, lo más fácil sería olvidar que el Hindenburg cruzó el Océano Atlántico y casi llegó a su destino, olvidar el fogonazo en el cielo y no recordar que el sol palideció un momento, mejor decirnos que esa bola incandescente no fue más luminosa que una vela bajo el sol y seguir con nuestras vidas.
¿Qué caso tiene analizar las causas y los por qués? Sólo justificaremos lo ocurrido y, si la historia nos sirve de algo, empezaremos a construir el siguiente dirigible con mejores materiales, más cuidados y con la vaga esperanza de que no explote a media travesía.
Pero, a final de cuentas, lo primero que se pierde es la fe y la esperanza, sabemos que eventualmente explotará, pero lo construimos, tomamos las medidas necesarias para evitar que explote, materiales resistentes al fuego, combustible que no se queme tan rápido, extintores dentro, especialistas que eviten los desastres, y todo termina siendo en vano la mayoría de las veces.
Y ahí va una vez más la necedad humana buscando quimeras y encontrando fuego.
2 comentarios:
El Titanic y el Hindemburg son sólo incidentes aislados en la historia de la humanidad. Desastritos menores. Digo, un poco de drama hace falta... hay cosas peores...y , por supuesto, muchas otras mejores.
¿Cuántos desastres se necesitan antes de aprender la lección? o ¿cómo especie estamos condenados a irla regando continuamente?
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