Para quien haya leído entradas anteriores el título de esta entrada no será del todo extraño. Si no han leído anteriores, pues no sean huevones/as y lean la tercera entrada. Pero bueno...
Hace no mucho tiempo, ella tal vez recuerde la fecha, apareció de pronto en mi vida una muchachita llamada Elena, también conocida como solecito, nena y preciosa. El apodo es intercambiable, aunque evito solecito porque no lo dije primero y pues como que pierde si no es original de mi ronco pecho. Bueno, el hecho es que esta señorita de alcurnia y cuna de oro y yo nos empezamos a llevar mucho desde el principio, ambos tenemos un humor muy ñoño y teto entonces fue un buen click. Y así empezamos a ñoñear día a día en MSN por varias horas mientras trabajabamos. Después ñoñeabamos por teléfono cuando ella se dignaba a hablarme (aunque le entran unos humorcitos en los que si yo no le hablo, ella no me habla, pero debo dejar claro que yo ni su teléfono tenía, era un poco difícil hablarle...)
En fin, como se hace mucho del rogar para dejarse ver era casi imposible concretar un día para tomar un café y eventualmente coincidimos en un evento bastante extraño, el cumpleaños de una amiga en común. Pero como pasa en esos eventos, si platicamos durante 10 minutos en un total de casi 4 horas fue mucho. De hecho, fue muy decepcionante esa noche, no sólo me sentía totalmente fuera de lugar, si no que parecía que ella estaba haciendo lo humanamente posible por ignorar mi presencia ahí. Para quienes me conozcan, pues saben que soy una persona bastante pasional y reactiva entonces salí de ahí medio hecho una furia, aunque sí me había divertido. Ya luego se me bajó la furia y estuve muy ocupado la siguiente semana, casi no estuve en la computadora y no vi a la señorita. Pero ella estaba al parecer igual de furiosa que yo o algo por el estilo entonces ni se preguntó dónde podría andar yo.
Después de varios días de silencio me animé a hablarle porque ya no entendía ni que había pasado y esa noche fue igual de mala para los dos al parecer, de maneras distintas pero con puntos de coincidencia. Cosas que la habían hecho enojar esa noche también me habían hecho enojar a mi pero desde otra perspectiva. En fin, remendamos un poco las cosas y volvió a extenderme una invitación para ir a una cena navideña en su casa. Obvio, después del mal rato recien pasado no quería ir, pero mi queridisima Elisa me convenció de lo contrario y voilà, acabamos en casa de la señorita Nena.
No sé por qué fue, pero desde que entré y me presenté sentí observado por todos los que estaban ahí, que habían llegado antes que yo, tal vez porque todos eran amigos de años y se conocían y yo era el único que quién sabe de dónde había salido. La cosa es que empecé a sentirme bastante nervioso, como si tuviera que ser muy charming porque todos me veían, pero ya poco a poco empecé a sentirme normal y no dejé que mi lado hostil aflorara con el gusto que generalmente tiene. Entendía que ella era la anfitriona de la cena y por lo mismo iba a estar de hostess y muy ocupada toda la noche, entonces no esperaba gran atención de su parte, cosa que debo aceptar no me hacía muy feliz, pero c'est la vie, pero fui agradablemente sorprendido de que de hiciera el esfuerzo de estar conmigo y platicar conmigo y Elisa cada que podía. Hasta me hizo llevar tazas a la cocina...aunque no creo que eso haya sido por darme atención sino pa' que me ganara el derecho de haber comido dentro de la casa (el malevolo plan suyo y de su madre era mandarme a comer con el perro afuera, pero al final me dejaron comer con el perro de adentro, a quien por cierto le di carne cuando nadie veía y después me lamía los dedos cada que bajaba la mano).
Al final "cantamos" una canción de Pimpinela sentados en el piso, y digo cantamos porque yo en realidad sólo decía las últimas letras de cada línea, y fui derrotado amargamente en xbox gracias a eso, pero me gané el DVD de Forrest Gump, ah sí, había que llevar DVDs para un intercambio con el karaoke y yo llevé El jinete sin cabeza y Adiós a Lenin, nada navideño de mi parte creo. En resumidas cuentas, la segunda vez que nos vimos redimió bastante a la primera y fue divertido. Aunque hubo un momento raro en que el la señorita me acusó vehementemente de robar sus cigarros. Cosa que un caballero como yo jamás haría.
Y finalmente hubo una tercera vez en la cual nos vimos, fue la más corta y tal vez en la que menos hablamos, pero creo que la más significativa. Era el cumpleaños de Elisa, pero también el cumpleaños del señor papá de ella, Señor Don Papá de Elena de ahora en adelante, y asumí que ella no podría ir a lo de Elisa; hasta me habló para decirme que no podía llegar y yo me la creí hasta que en eso apareció atrás de mi y me saludó. Como nos debíamos el abrazo de navidad la abracé de a deveras, pero como ella había advertido una vez, es muy mala para abrazar y como que no sabía donde poner las manos. En fin, estuvo 10 minutos a lo mucho en la celebración de Elisa, pero lo que hace que sea la vez más significativa es que en realidad no tenía que ir, era comprensible que no fuera, sin embargo se desvió de su camino y fue a verme (porque ya confesó que esa noche había ido principalmente a verme, lo cual, de haber estado frente a frente, me hubiera puesto todo rojo y dejado sin palabras, por suerte no estabamos frente a frente). Cuando alguien a quien uno quiere y estima hace eso por uno pues se siente bonito por decirle de alguna manera, es como cuando tienes un vacío en el estomago pero no es incómodo, más bien da gusto tenerlo.
Y bueno, ahora me toca a mi hacer un nice gesture y estoy trabajando en eso, después de hacerlo la haré confesarme que se sintió y de lograr darle un vacío en el estomago, lo escribiré aquí de la misma manera larga y entrevesada que escribí la corta historia de nuestra telenovela/película.
lunes, 29 de diciembre de 2008
domingo, 28 de diciembre de 2008
Domingo 1 am. O, El obligatorio blog de navidad.
Este blog empezó a quién sabe cuántos kilómetros de altura en una hojita de papel en el avión a Victoria.
Después de varios años de ausencia, regreso acá a pasar la navidad en familia con mi abuela. Seguro va a estar medio deprimente porque Chenta, su mejor amiga, está casi desahuciada y mi abue anda muy deprimida y sacada de onda por eso. Pero ojalá mi visita la alegre. Además, me falta ver a muchos amigos que no he visto en 4 años o más. Va a ser interesante.
Las cosas acá están bien, Chenta no está tan mal como todos dicen, mi abue anda de buen humor y mis cuates como siempre. Es como si no hubieran pasado tantos años, excepto que varios ya están casados y tienen hijos. Es raro ver a tantos de ellos y de ellas como papás. Todos son más grandes que yo, entonces no siento como que los años me están alcanzando, sólo es raro ver a tantas personas que hace unos años andaban en la peda y en el desmadre ahora con hijos e hijas actuando como papás.
La navidad es bien difícil a veces, como que quieres estar con muchas personas al mismo tiempo y no puedes. Por un lado está tu familia y sabes que es una época familiar, pero por otro están los amigos y demás y quieres verlos, pero ellos también están con la familia. Y luego hay más personas a las que quieres ver y así, nunca alcanza el tiempo y terminas haciendo nada más una llamada.
Que en mi caso esta vez fueron como 12 y como 40 mensajes. Quemé todo mi crédito en una noche. Llegué a la cena navideña con la familia Campos después de haber estado con mi abuelita y estaban en un mini servicio religioso que hacen siempre, entonces aproveché para llamar a Elisa y me platicó sobre el idiota que regresó a su vida intempestivamente y sus planes para sacarlo a patadas de ella, así como sus planes navideños y sus planes de cumpleaños. Después llamé a mi tía, a mi primo que anda en México, al correcto, al chino y Marcela, al Thokk y al final a Elena, entonces empecé con el pastel y al final le puse la cereza.
Después obviamente me metí un atasque navideño brutal hasta que ya no podía comer más y estaba a punto de la diabetes con los postres. Luego ya me fui a casa de mi amigo Benito y estuvimos chupando tranquilos.
Al final regresé al DF pronto y fui al cumpleaños de Elisa, a quien por fin se le hizo tenerme en la ciudad para uno de sus cumpleaños y estuvo bastante bien, no me había dado cuenta de que la extrañaba tanto hasta que ya no la tengo aquí en la ciudad para verla cuando nos ponemos de acuerdo, que antes era mínimo una vez por semana. Y bueno, Elena también fue a la fiesta, porque ahora al parecer ella y Elisa son best friends o algo por el estilo, pero eso es material para otra entrada, porque todavía me falta el capítulo de la telenovela de cuando nos conocimos y su continuación. Pero falta escribirlo.
Después de varios años de ausencia, regreso acá a pasar la navidad en familia con mi abuela. Seguro va a estar medio deprimente porque Chenta, su mejor amiga, está casi desahuciada y mi abue anda muy deprimida y sacada de onda por eso. Pero ojalá mi visita la alegre. Además, me falta ver a muchos amigos que no he visto en 4 años o más. Va a ser interesante.
Las cosas acá están bien, Chenta no está tan mal como todos dicen, mi abue anda de buen humor y mis cuates como siempre. Es como si no hubieran pasado tantos años, excepto que varios ya están casados y tienen hijos. Es raro ver a tantos de ellos y de ellas como papás. Todos son más grandes que yo, entonces no siento como que los años me están alcanzando, sólo es raro ver a tantas personas que hace unos años andaban en la peda y en el desmadre ahora con hijos e hijas actuando como papás.
La navidad es bien difícil a veces, como que quieres estar con muchas personas al mismo tiempo y no puedes. Por un lado está tu familia y sabes que es una época familiar, pero por otro están los amigos y demás y quieres verlos, pero ellos también están con la familia. Y luego hay más personas a las que quieres ver y así, nunca alcanza el tiempo y terminas haciendo nada más una llamada.
Que en mi caso esta vez fueron como 12 y como 40 mensajes. Quemé todo mi crédito en una noche. Llegué a la cena navideña con la familia Campos después de haber estado con mi abuelita y estaban en un mini servicio religioso que hacen siempre, entonces aproveché para llamar a Elisa y me platicó sobre el idiota que regresó a su vida intempestivamente y sus planes para sacarlo a patadas de ella, así como sus planes navideños y sus planes de cumpleaños. Después llamé a mi tía, a mi primo que anda en México, al correcto, al chino y Marcela, al Thokk y al final a Elena, entonces empecé con el pastel y al final le puse la cereza.
Después obviamente me metí un atasque navideño brutal hasta que ya no podía comer más y estaba a punto de la diabetes con los postres. Luego ya me fui a casa de mi amigo Benito y estuvimos chupando tranquilos.
Al final regresé al DF pronto y fui al cumpleaños de Elisa, a quien por fin se le hizo tenerme en la ciudad para uno de sus cumpleaños y estuvo bastante bien, no me había dado cuenta de que la extrañaba tanto hasta que ya no la tengo aquí en la ciudad para verla cuando nos ponemos de acuerdo, que antes era mínimo una vez por semana. Y bueno, Elena también fue a la fiesta, porque ahora al parecer ella y Elisa son best friends o algo por el estilo, pero eso es material para otra entrada, porque todavía me falta el capítulo de la telenovela de cuando nos conocimos y su continuación. Pero falta escribirlo.
martes, 16 de diciembre de 2008
Martes de madrugada. O, Reflexión sobre la desgracia
Debería estar dormido, pero esto de escribir es un tanto adictivo, una vez que empiezas, como que ya no quieres frenar. Sobre todo después de tantos años de silencio.
Me cuesta trabajo creer que en estas dos semanas que han pasado he escrito más de lo que había escrito en los últimos dos años y medio. La última vez que escribí fue un cuento sobre la luna en el desierto que Cassidy decidió debíamos escribir juntos y no resultó como yo quería. Pero la idea era buena eso sí recuerdo. Estaba bastante emocionado por el cuento y creo que le pasé la emoción a ella.
Antes de ese cuento lo último que escribí seriamente fue el cuento de los Parientes incómodos. Y ese cuento está perdido en algún disco duro o e-mail de alguien.
Bueno, el punto de esta entrada es que hoy estaba leyendo sobre el campeón paraolimpico de lanzamiento de bala. Un mexicano de 51 años que comentaba que cuando se quedó sin movimiento debido a una lesión ceberal pensó que la vida se le acababa. Era pobre y un vendedor de cosméticos con 4 hijos. De pronto, en las rehabilitaciones en el IMSS se fue clavando en el deporte para discapacitados y ahora, años después, ha viajado por el mundo, ha ganado mucho dinero y ha podido sacar adelante a su familia, mandar a sus hijos a la universidad y así.
No lo habría podido hacer de no tener una discapacidad.
Me puse a pensar...¿cuándo nuestras desgracias personales se convertiran en los momentos claves de nuestra vida para mejorar? No todas las desgracias nos harán dar el salto hacia adelante, pero sin duda tenemos algunas que nos han hecho avanzar en vez de retroceder o en vez de dejarnos inmoviles. Pero, ¿nos damos cuenta ahora o tardaremos años?
Puedo pensar en un momento de mi vida que fue decisivo y que ha cambiado mucho mi perspectiva tanto del mundo como de la vida. Ocurrió a los 19 años y en ese momento sentí que la vida se me acababa. Pero en realidad me sacó mucho de un letargo en el que estaba, pude viajar, pude conocer más personas, pude experimentar nuevas sensaciones. Y digo, no estoy feliz con lo que ocurrió, pero tampoco me destrozó la vida. Creo que de no haber ocurrido, en este momento sería una persona totalmente distinta, no habría tenido ni la mitad de las vivencias qu ehe tenido, porque muchas decidí tenerlas a raíz de lo que pasó.
Siempre me había detenido a pensar que tal vez no estaba todo mal de lo que había pasado, pero siempre me sentía mal por pensar así, después de leer la historia de este hombre veo que realmente las desgracias y los momentos tristes de la vida no son solamente tristeza, soledad y amargura, existe una posibilidad de crecimiento, madurez y hasta de un renacimiento. Pero es difícil aceptar que gracias a...pasa algo bueno.
Creo que eso es todo por ahora. Me voy a dormir.
Y ya por fin tengo libros que leer, hoy fui a varias librerias buscando uno en particular pero me encontré unas cosillas de más. Por ahora leere a Roald Dahl y regresaré un poco a Lovecraft.
Me cuesta trabajo creer que en estas dos semanas que han pasado he escrito más de lo que había escrito en los últimos dos años y medio. La última vez que escribí fue un cuento sobre la luna en el desierto que Cassidy decidió debíamos escribir juntos y no resultó como yo quería. Pero la idea era buena eso sí recuerdo. Estaba bastante emocionado por el cuento y creo que le pasé la emoción a ella.
Antes de ese cuento lo último que escribí seriamente fue el cuento de los Parientes incómodos. Y ese cuento está perdido en algún disco duro o e-mail de alguien.
Bueno, el punto de esta entrada es que hoy estaba leyendo sobre el campeón paraolimpico de lanzamiento de bala. Un mexicano de 51 años que comentaba que cuando se quedó sin movimiento debido a una lesión ceberal pensó que la vida se le acababa. Era pobre y un vendedor de cosméticos con 4 hijos. De pronto, en las rehabilitaciones en el IMSS se fue clavando en el deporte para discapacitados y ahora, años después, ha viajado por el mundo, ha ganado mucho dinero y ha podido sacar adelante a su familia, mandar a sus hijos a la universidad y así.
No lo habría podido hacer de no tener una discapacidad.
Me puse a pensar...¿cuándo nuestras desgracias personales se convertiran en los momentos claves de nuestra vida para mejorar? No todas las desgracias nos harán dar el salto hacia adelante, pero sin duda tenemos algunas que nos han hecho avanzar en vez de retroceder o en vez de dejarnos inmoviles. Pero, ¿nos damos cuenta ahora o tardaremos años?
Puedo pensar en un momento de mi vida que fue decisivo y que ha cambiado mucho mi perspectiva tanto del mundo como de la vida. Ocurrió a los 19 años y en ese momento sentí que la vida se me acababa. Pero en realidad me sacó mucho de un letargo en el que estaba, pude viajar, pude conocer más personas, pude experimentar nuevas sensaciones. Y digo, no estoy feliz con lo que ocurrió, pero tampoco me destrozó la vida. Creo que de no haber ocurrido, en este momento sería una persona totalmente distinta, no habría tenido ni la mitad de las vivencias qu ehe tenido, porque muchas decidí tenerlas a raíz de lo que pasó.
Siempre me había detenido a pensar que tal vez no estaba todo mal de lo que había pasado, pero siempre me sentía mal por pensar así, después de leer la historia de este hombre veo que realmente las desgracias y los momentos tristes de la vida no son solamente tristeza, soledad y amargura, existe una posibilidad de crecimiento, madurez y hasta de un renacimiento. Pero es difícil aceptar que gracias a...pasa algo bueno.
Creo que eso es todo por ahora. Me voy a dormir.
Y ya por fin tengo libros que leer, hoy fui a varias librerias buscando uno en particular pero me encontré unas cosillas de más. Por ahora leere a Roald Dahl y regresaré un poco a Lovecraft.
sábado, 13 de diciembre de 2008
Cuarta entrada: sábado en la tarde. O, El incidente del Hindenburg
El sentido común, después de todo, no es tan común.
Cuando más se necesita la sensatez, la necedad invade los sentidos. Los hindúes hablan del Velo de Maya, que básicamente es un velo que no nos permite ver la realidad tal y como es. Maya significa ilusión en sánscrito. Siendo un poco menos culteranos y presuntuosos, podemos decir que hay veces en las que la estupidez no nos deja ver las cosas como son.
¿Qué es el Hindenburg y cuál es su incidente? ¿Qué relación puede tener con los escritos piteros de un güey aburrido en su casa?
Respuesta a la primera pregunta.
En 1937 existía un dirigible, o zeppelin, llamado Hindenburg, esta primitiva aeronave explotó en el cielo por razones desconocidas, cayó sobre la pista de aterrizaje sobre la cual se suponía debía aterrizar y finalmente terminó de incendiarse. Sin ser tan trágico como el Titanic ya que en el Hindenburg sólo murieron 35 personas de las 61 que iban a bordo, fue una muestra más del ser humano masticando más de lo que puede tragar.
La segunda pregunta tiene una respuesta muy sencilla: es una metáfora que Elisa entiende.
Pues sí mi querida amiga, el zeppelin explotó y debo decir que esperaba una bola de fuego más grande en el cielo, que tal vez rivalizara con el sol, sin embargo, es como si el fuego se hubiera consumido a sí mismo y creado un vacío. No estoy muy seguro de por qué ocurrió esto. Tal vez la explosión sí fue muy brutal pero todos cerramos los ojos y no la quisimos ver, de manera que parece menor el desastre, o de plano fue una explosión Hindenburg-esca en la que el fuego se consumirá muy lentamente dejando sólo el esqueleto calcinado.
Las ramificaciones de la explosión no se pueden prever ya que no existe un parámetro exacto con el cual se puedan comparar y tener un plan de acción listo. Las causas de dicho desastre son muy sencillas: mal manejo del dirigible tanto de la tripulación como del control de tierra, incompetencia en el mantenimiento, incomprensión del funcionamiento del mecanismo y existe la posibilidad de una falta de interés por el buen llegar del dirigible a su destino. ¿Los culpables? Todos y nadie, estas cosas pasan y por más planes emergentes que se puedan tener preparados, el nerviosismo del momento anterior al desastre anula cualquier posibilidad de salvamento.
Pero c'est la vie.
Una vez que el fuego se haya apagado y los restos carbonizados del dirigible puedan ser estudiados lo más importante es aprender la lección de qué salió mal. Poco antes y poco después del accidente no hay mucho qué hacer o decir, lo único que queda es ese silencio extraño en el que las palabras nunca van a poder dar un recuento pormenorizado de lo ocurrido, puede haber una descripción puntual del evento, pero es imposible no dejar algo de nosotros mismos en dicha descripción, tendemos a ser participes de los eventos y Maya, una vez más, cambia la posible percepción de la realidad cómo es y nos presenta aquello que terminamos viendo. Porque desde el piso, te sientes tentado a subirte al dirigible, quieres dar una vuelta en el dirigible, ser uno de los afortunados que se encuentran allá arriba disfrutando, pero cuando te subes, puede no tener nada de especial y mientras ves el piso acercarse y las llamas consumir todo alrededor, desearías ser uno de los incautos en el piso que no se van a estrellar o calcinarse.
Por eso, para hacer un recuento y un damage control de lo ocurrido se necesitan distintos testigos que no estén prejuiciados o directamente afectados por el desastre.
Encontrar a dichos testigos va a ser difícil y arduo, te hace pensar que realmente no vale la pena, lo más fácil sería olvidar que el Hindenburg cruzó el Océano Atlántico y casi llegó a su destino, olvidar el fogonazo en el cielo y no recordar que el sol palideció un momento, mejor decirnos que esa bola incandescente no fue más luminosa que una vela bajo el sol y seguir con nuestras vidas.
¿Qué caso tiene analizar las causas y los por qués? Sólo justificaremos lo ocurrido y, si la historia nos sirve de algo, empezaremos a construir el siguiente dirigible con mejores materiales, más cuidados y con la vaga esperanza de que no explote a media travesía.
Pero, a final de cuentas, lo primero que se pierde es la fe y la esperanza, sabemos que eventualmente explotará, pero lo construimos, tomamos las medidas necesarias para evitar que explote, materiales resistentes al fuego, combustible que no se queme tan rápido, extintores dentro, especialistas que eviten los desastres, y todo termina siendo en vano la mayoría de las veces.
Y ahí va una vez más la necedad humana buscando quimeras y encontrando fuego.
Cuando más se necesita la sensatez, la necedad invade los sentidos. Los hindúes hablan del Velo de Maya, que básicamente es un velo que no nos permite ver la realidad tal y como es. Maya significa ilusión en sánscrito. Siendo un poco menos culteranos y presuntuosos, podemos decir que hay veces en las que la estupidez no nos deja ver las cosas como son.
¿Qué es el Hindenburg y cuál es su incidente? ¿Qué relación puede tener con los escritos piteros de un güey aburrido en su casa?
Respuesta a la primera pregunta.
En 1937 existía un dirigible, o zeppelin, llamado Hindenburg, esta primitiva aeronave explotó en el cielo por razones desconocidas, cayó sobre la pista de aterrizaje sobre la cual se suponía debía aterrizar y finalmente terminó de incendiarse. Sin ser tan trágico como el Titanic ya que en el Hindenburg sólo murieron 35 personas de las 61 que iban a bordo, fue una muestra más del ser humano masticando más de lo que puede tragar.
La segunda pregunta tiene una respuesta muy sencilla: es una metáfora que Elisa entiende.
Pues sí mi querida amiga, el zeppelin explotó y debo decir que esperaba una bola de fuego más grande en el cielo, que tal vez rivalizara con el sol, sin embargo, es como si el fuego se hubiera consumido a sí mismo y creado un vacío. No estoy muy seguro de por qué ocurrió esto. Tal vez la explosión sí fue muy brutal pero todos cerramos los ojos y no la quisimos ver, de manera que parece menor el desastre, o de plano fue una explosión Hindenburg-esca en la que el fuego se consumirá muy lentamente dejando sólo el esqueleto calcinado.
Las ramificaciones de la explosión no se pueden prever ya que no existe un parámetro exacto con el cual se puedan comparar y tener un plan de acción listo. Las causas de dicho desastre son muy sencillas: mal manejo del dirigible tanto de la tripulación como del control de tierra, incompetencia en el mantenimiento, incomprensión del funcionamiento del mecanismo y existe la posibilidad de una falta de interés por el buen llegar del dirigible a su destino. ¿Los culpables? Todos y nadie, estas cosas pasan y por más planes emergentes que se puedan tener preparados, el nerviosismo del momento anterior al desastre anula cualquier posibilidad de salvamento.
Pero c'est la vie.
Una vez que el fuego se haya apagado y los restos carbonizados del dirigible puedan ser estudiados lo más importante es aprender la lección de qué salió mal. Poco antes y poco después del accidente no hay mucho qué hacer o decir, lo único que queda es ese silencio extraño en el que las palabras nunca van a poder dar un recuento pormenorizado de lo ocurrido, puede haber una descripción puntual del evento, pero es imposible no dejar algo de nosotros mismos en dicha descripción, tendemos a ser participes de los eventos y Maya, una vez más, cambia la posible percepción de la realidad cómo es y nos presenta aquello que terminamos viendo. Porque desde el piso, te sientes tentado a subirte al dirigible, quieres dar una vuelta en el dirigible, ser uno de los afortunados que se encuentran allá arriba disfrutando, pero cuando te subes, puede no tener nada de especial y mientras ves el piso acercarse y las llamas consumir todo alrededor, desearías ser uno de los incautos en el piso que no se van a estrellar o calcinarse.
Por eso, para hacer un recuento y un damage control de lo ocurrido se necesitan distintos testigos que no estén prejuiciados o directamente afectados por el desastre.
Encontrar a dichos testigos va a ser difícil y arduo, te hace pensar que realmente no vale la pena, lo más fácil sería olvidar que el Hindenburg cruzó el Océano Atlántico y casi llegó a su destino, olvidar el fogonazo en el cielo y no recordar que el sol palideció un momento, mejor decirnos que esa bola incandescente no fue más luminosa que una vela bajo el sol y seguir con nuestras vidas.
¿Qué caso tiene analizar las causas y los por qués? Sólo justificaremos lo ocurrido y, si la historia nos sirve de algo, empezaremos a construir el siguiente dirigible con mejores materiales, más cuidados y con la vaga esperanza de que no explote a media travesía.
Pero, a final de cuentas, lo primero que se pierde es la fe y la esperanza, sabemos que eventualmente explotará, pero lo construimos, tomamos las medidas necesarias para evitar que explote, materiales resistentes al fuego, combustible que no se queme tan rápido, extintores dentro, especialistas que eviten los desastres, y todo termina siendo en vano la mayoría de las veces.
Y ahí va una vez más la necedad humana buscando quimeras y encontrando fuego.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Tercera entrada: lunes a la 1. Crítica a los perros (título alterno)
En realidad no tengo nada contra los perros, me caen en gracia. Pero el objetivo de esta entrada es incluir a alguien en este blog que no se había ganado su espacio ni mención.
Esa persona se llama Elena Magaña Alamán, nieta del mismísimo Jimmy el Apolo. Obviamente, nunca vi a dicho personaje luchar, pero me enteré que luchó contra el Santo. Digo, eso está más que increíble ya que el Santo es toda una leyenda en el imaginario cultural popular mexicano y conocer a alguien que está relacionado con dicha leyenda pues tiene su charm. En efecto, también Jimmy el Apolo merece mención porque estaba contra los deseos de su familia que fuera luchador, pero las pasiones pueden más que la sangre. Sigo en el proceso de enterarme más de este personaje y cuando lo haga, tendrá su propia entrada.
Esta entrada es de su antes mencionada nieta.
Pues en efecto, al parecer, y eso dicen las malas lenguas, la señorita Magaña Alamán es de una alcurnia muy elevada o algo por el estilo, ya que ni siquiera nos encontramos en el mismo nivel del mundo, pero por azares del destino y coincidencias de la vida, terminamos platicando en una fatídica mañana de Noviembre a través de un sitio de internet. Yo, como siempre, añadiendo mi comentario en sentido bromista a un comentario de alguien más, ella clavada en la textura peleando conmigo. Claro, ella no sabía en la que se metía al ponerse así de violenta, pero al final las cosas terminaron bien y platicamos bastante ese día. Era el principio de una bonita amistad.
O eso creía yo.
Resulta que la susodicha es bastante caprichosita y le gusta que la consientan. Y yo rápido y presuroso le di gusto, pero cada que no le daba gusto, me hacía berrinche y ahí tenía que andarla contentando. De entrada, no me deja decirle Elena, quiere que le diga por apodos tetos pero lindos, cosa que sí hago, por increíble que me parezca. Es tanta mi tolerancia que hasta me deja plantado y le sigo hablando. La última que me ha aplicado fue decirme que no disfruta mi manera de ser un guarro muy divertido, entonces elevé la conversación y me convertí en un intelectual insoportable, parecía caerle bien el intelectual hasta que me metí con los perros, entonces me bloqueó de msn por tocarle a sus amores.
Debo comentar que una de las pasiones de esta muchachita son los caninos. Siente un amor que raya en lo obsesivo por los perros. Tiene 5 o 6, los más famosos son Diego y Greko, conocidos entre el populo como el güero y el negro, dignos de la canción de Michael Jackson. Pues resulta que Greko, llamado así por el pintor renacentista tardío, es un poco como Elena: mimado a más no poder. Mimado por ella obviamente. En cambio, Diego es un callejero que se ganó la lotería después de vérselas negras en la vida. Por lo tanto, Diego es el macho alfa y dice qué se hace en esa casa.
Sé que esto de los perros suena como a una metáfora en la cual ella es el Greko y yo soy el Diego, pero no, son bien reales ese par. Tengo que aceptar que toca mi lado tierno su amor por los perros, cuando habla de ellos hasta se pone de buen humor y me parece bastante chido que haya salvado a Diego de un refugio animal y se lo haya llevado a su casa para cuidarlo, mimarlo y seguro echarlo a perder y volverlo un súper mandil.
Pero bueno, todo esto iba a que hablé mal de los perros en broma y esta señorita se me sulfuró y me bloqueó quesque para enseñarme una lección, pero hace esas cosas para que yo me ponga de rogón seguramente, y como no soy rogón, pues siempre le sale mal la táctica. Gracias a que me bloqueó tan repentinamente, me ardí (raro en mi, yo lo sé) y decidí ya no decirle por sus apodos tiernos que intercalaba (porque son dos, entonces se los decía indistintamente). Y ahora ella está enojada conmigo porque le digo Elena, y se va a enojar más cuando lea esto y vea que menciono su nombre varias veces en vez de apodos.
Uno de los apodos es preciosa; no tiene mucho chiste ni mucho misterio o historia detrás, es bastante directo. Pero el otro fue cosa de casualidad absoluta, como cuando te encuentras dinero tirado en el piso sin querer. No recuerdo de que hablábamos y ella empezó a hacerme berrinche, como pasa seguido, y como respuesta en broma le dije que se calmara, pero añadí el sustantivo “nena” al final y bueno, basta decir que gritó de emoción y hasta bailó un poquito de la felicidad.
Al parecer, el antes mencionado Jimmy el Apolo, Agustín para los cuates que no sabían que era luchador, le decía nena a Elena y escucharme decirlo la puso de muy buen humor y el aprecio que me tiene creció exponencialmente, de ser eso posible porque yo soy como el helado del mes, excepto que cada mes cambio a un sabor nuevo entonces nunca paso de moda. Pero por su berrinche, y dado que para berrinches me pinto solo, la tengo castigada y le digo E o Elena, cosa que al parecer la arde y exige ser llamada preciosa o nena, y claro, no le cumplo el berrinche porque si lo hago, sabe que puede pedir lo que quiera.
Aunque me gustaría quejarme más de esta personita, la verdad no puedo, me cae bien y me divierto mucho platicando con ella, aunque al parecer lo nuestro es una telenovela al revés: ella es la niña rica y de familia pudiente, yo soy el jodido y roto que anda a pata, entonces en este mundo sin sentido, acabamos siendo amigos, aunque las fotos de mi peda más reciente parecen haberla dejado como que con un poquito menos de cariño del que ya me tiene, pero como ya le dije, o me acepta como soy o nanay.
Y aunque lo niegue, la telenovela al revés le fascina.
Esa persona se llama Elena Magaña Alamán, nieta del mismísimo Jimmy el Apolo. Obviamente, nunca vi a dicho personaje luchar, pero me enteré que luchó contra el Santo. Digo, eso está más que increíble ya que el Santo es toda una leyenda en el imaginario cultural popular mexicano y conocer a alguien que está relacionado con dicha leyenda pues tiene su charm. En efecto, también Jimmy el Apolo merece mención porque estaba contra los deseos de su familia que fuera luchador, pero las pasiones pueden más que la sangre. Sigo en el proceso de enterarme más de este personaje y cuando lo haga, tendrá su propia entrada.
Esta entrada es de su antes mencionada nieta.
Pues en efecto, al parecer, y eso dicen las malas lenguas, la señorita Magaña Alamán es de una alcurnia muy elevada o algo por el estilo, ya que ni siquiera nos encontramos en el mismo nivel del mundo, pero por azares del destino y coincidencias de la vida, terminamos platicando en una fatídica mañana de Noviembre a través de un sitio de internet. Yo, como siempre, añadiendo mi comentario en sentido bromista a un comentario de alguien más, ella clavada en la textura peleando conmigo. Claro, ella no sabía en la que se metía al ponerse así de violenta, pero al final las cosas terminaron bien y platicamos bastante ese día. Era el principio de una bonita amistad.
O eso creía yo.
Resulta que la susodicha es bastante caprichosita y le gusta que la consientan. Y yo rápido y presuroso le di gusto, pero cada que no le daba gusto, me hacía berrinche y ahí tenía que andarla contentando. De entrada, no me deja decirle Elena, quiere que le diga por apodos tetos pero lindos, cosa que sí hago, por increíble que me parezca. Es tanta mi tolerancia que hasta me deja plantado y le sigo hablando. La última que me ha aplicado fue decirme que no disfruta mi manera de ser un guarro muy divertido, entonces elevé la conversación y me convertí en un intelectual insoportable, parecía caerle bien el intelectual hasta que me metí con los perros, entonces me bloqueó de msn por tocarle a sus amores.
Debo comentar que una de las pasiones de esta muchachita son los caninos. Siente un amor que raya en lo obsesivo por los perros. Tiene 5 o 6, los más famosos son Diego y Greko, conocidos entre el populo como el güero y el negro, dignos de la canción de Michael Jackson. Pues resulta que Greko, llamado así por el pintor renacentista tardío, es un poco como Elena: mimado a más no poder. Mimado por ella obviamente. En cambio, Diego es un callejero que se ganó la lotería después de vérselas negras en la vida. Por lo tanto, Diego es el macho alfa y dice qué se hace en esa casa.
Sé que esto de los perros suena como a una metáfora en la cual ella es el Greko y yo soy el Diego, pero no, son bien reales ese par. Tengo que aceptar que toca mi lado tierno su amor por los perros, cuando habla de ellos hasta se pone de buen humor y me parece bastante chido que haya salvado a Diego de un refugio animal y se lo haya llevado a su casa para cuidarlo, mimarlo y seguro echarlo a perder y volverlo un súper mandil.
Pero bueno, todo esto iba a que hablé mal de los perros en broma y esta señorita se me sulfuró y me bloqueó quesque para enseñarme una lección, pero hace esas cosas para que yo me ponga de rogón seguramente, y como no soy rogón, pues siempre le sale mal la táctica. Gracias a que me bloqueó tan repentinamente, me ardí (raro en mi, yo lo sé) y decidí ya no decirle por sus apodos tiernos que intercalaba (porque son dos, entonces se los decía indistintamente). Y ahora ella está enojada conmigo porque le digo Elena, y se va a enojar más cuando lea esto y vea que menciono su nombre varias veces en vez de apodos.
Uno de los apodos es preciosa; no tiene mucho chiste ni mucho misterio o historia detrás, es bastante directo. Pero el otro fue cosa de casualidad absoluta, como cuando te encuentras dinero tirado en el piso sin querer. No recuerdo de que hablábamos y ella empezó a hacerme berrinche, como pasa seguido, y como respuesta en broma le dije que se calmara, pero añadí el sustantivo “nena” al final y bueno, basta decir que gritó de emoción y hasta bailó un poquito de la felicidad.
Al parecer, el antes mencionado Jimmy el Apolo, Agustín para los cuates que no sabían que era luchador, le decía nena a Elena y escucharme decirlo la puso de muy buen humor y el aprecio que me tiene creció exponencialmente, de ser eso posible porque yo soy como el helado del mes, excepto que cada mes cambio a un sabor nuevo entonces nunca paso de moda. Pero por su berrinche, y dado que para berrinches me pinto solo, la tengo castigada y le digo E o Elena, cosa que al parecer la arde y exige ser llamada preciosa o nena, y claro, no le cumplo el berrinche porque si lo hago, sabe que puede pedir lo que quiera.
Aunque me gustaría quejarme más de esta personita, la verdad no puedo, me cae bien y me divierto mucho platicando con ella, aunque al parecer lo nuestro es una telenovela al revés: ella es la niña rica y de familia pudiente, yo soy el jodido y roto que anda a pata, entonces en este mundo sin sentido, acabamos siendo amigos, aunque las fotos de mi peda más reciente parecen haberla dejado como que con un poquito menos de cariño del que ya me tiene, pero como ya le dije, o me acepta como soy o nanay.
Y aunque lo niegue, la telenovela al revés le fascina.
jueves, 4 de diciembre de 2008
Segunda entrada: jueves casi mediodía
Momento de quejarme de nuevo.
El lunes además de juntas inoperantes e improductivas llegó la última versión formada de la revista. Toda la mañana del martes estuve trabajando en ella, marcando errores y demás, después el miércoles le dejé la impresión a Verenice (la chava de servicio social que nos ayuda) para que marcara lo que yo no había visto o lo que ella considerara debía ser cambiado. Hoy en la mañana, durante una mini junta con un colaborador de la revista, junta a la que nadie aparte de mi llegó, el señor éste también marcó cosas que se nos habían ido a los demás. Cabe mencionar que es la segunda versión ya formada de la revista, ya había marcado cosas en la primera y cambiado cosas, junto con correcciones de los antes mencionados y de dos personas más de la revista. Suena como que la revista va viento en popa ¿no?
Pues no.
Le doy el impreso a Mariana, trabaja permanentemente en la revista como yo, y al empezar a revisarlo me dice “Oye, pero estas no son las versiones finales de los textos, no son las que yo tengo” y obviamente le dije “A ver, espérate, ¿qué?” “Yo tengo unas versiones distintas, las finales, que le mande a Aidee [la diseñadora, que es amiga mia], y no son éstas.” Entonces procede a decirme que no tiene caso seguir trabajando sobre el papel ya que no son las versiones finales y le manda un correo a Aidee con las versiones finales para que forme de nuevo 3 artículos, los cuales ya tenían de jodido unas 40 marcas mías, viudas, callejones, cortes de palabras incorrectos, bajar líneas, sangrías y demás.
Todo esto se traduce en que gracias a la informalidad de la oficina y el desmadre de entre no mandar los mails bien, cada quien mandar el texto o versión del texto que se le antoja y la falta de comunicación el trabajo de tres personas vale un pepino.
Todo esto me lleva a describir el ambiente de la oficina donde trabajo. Es el recinto de la informalidad. Y eso me encanta. Me fascina poder llegar tarde, poder salirme temprano, poder salirme porque tengo que ir al banco, tener acceso a internet, poder chatear y demás. Pero es bastante frustrante que las cosas empiezan a desorganizarse excesivamente rápido y fácil; esto que pasó hoy con la revista es una más de las faltas de comunicación y cada quien trabajando por su cuenta. Cada que hay un evento de la coordinación o de la revista, cada persona toma la parte que tiene asignada y la hace de la manera que se le antoja, al ritmo que quiere y muchas veces cuando no sale, culpan al de al lado o al “organizador”, a quien por cierto jamás le hicieron caso ni pelaron durante las juntas de planeación. Nunca me ha tocado ser el organizador o planeador, pero me ha tocado ya varias veces tener que hacer las cosas dos veces porque alguien se confundió e hizo mi trabajo o hizo lo que no le tocaba y eso me jode a mi, y a otros 3.
Obviamente, también he caído en el error de no comunicarme y de joder a otro, no trato de aventarle toda la culpa al de al lado y decir que mi trabajo es impecable, que nadie trabaja en equipo tan bien como yo, pero cuando estoy haciendo pendejadas intentó reconocerlas y analizarlas para no seguir haciéndolas; y si alguien me corrige por estar haciéndolas no me enojo ni pienso que el otro es un imbécil por atreverse a corregirme.
Y esto me enoja por partida doble ya que cada miércoles, en la junta semanal de la coordinación, cada persona se envuelve en su bandera cual niño héroe y se vuelve la victima de la desorganización de los otros. Entonces las juntas se convierten en un “él dijo, ella dijo” de gente discutiendo una sarta de estupideces que, además de todo, me tengo que fumar porque Elsa [mi jefa], muy sabiamente, ha dejado de venir y luego le paso los resúmenes de la junta y los berrinches de las personas. Claro, lo mejor es cuando Irma [mujer a quien detesto, no por ser mujer, sino porque es una perra] agarra y decide que sólo ella porta la verdad universal y nos la quiere meter a huevo en el hocico a todos y ella es la que más trabaja y más se esfuerza según su propia visión del mundo. Y un día la cabrona se atrevió en la junta a voltearse, señalarme y decirme que como Elsa está ahorita más metida en la academia que en la coordinación, y por ende en la revista, Mariana y yo estábamos como que muy perdidos y sin rumbo. Y como lo dijo así bien fresh y casual me sulfuré, la interrumpí en medio de su diatriba de chingaderas, y le dije “Irma, disculpa, tengo 26 años y 3 trabajando como corrector, no necesito que Elsa me esté agarrando la mano todos los días y diciéndome cómo hacer mi trabajo, me deja una serie de indicaciones semanales y objetivos a cumplir, los cumplo y entrego los resultados con Elsa. No estoy ni confundido ni perdido, tengo muy claras mis responsabilidades y mis asignaciones en la coordinación y la revista, no sé de dónde sacas que andamos perdidos y sin rumbo, el trabajo se hace y sale a tiempo, no necesitamos a Elsa de nuestra niñera.”
Obviamente, el jefe saltó a la discusión y nos tranquilizó antes de que Irma me saltara a la yugular o de que yo le aventara mi taza de café en la cara.
Para finalizar, mi punto es que aunque me gusta un ambiente de trabajo tan libre en el cual no estamos encadenados al escritorio ni vivimos para la oficina, me caga trabajar por partida doble porque a alguien no se le ocurre revisar si el pinche impreso en el que 3 personas estamos trabajando es el que le interesa que se publique, porque este número fue editado por Mariana, se podría haber molestado en preguntarme desde hace semanas si ya estaba formado o asegurarse de que Aidee lo estuviera haciendo; se supone que ese es el trabajo del editor. Pero no, ahora resulta que casi es mi culpa por no asegurarme de que Aidee reciba los textos que ni siquiera yo tengo, porque las versiones originales que corregí no son las que terminaron usando, entonces un número que de por si va retrasado se acaba de retrasar más porque hay que formar de nuevo las primeras 37 páginas.
Lo bueno es que como somos parte del sistema y de la burocracia nos va a tocar nuestra quincena y nuestro aguinaldo aunque nos sentemos en la oficina a sacarnos los mocos todo el día.
El lunes además de juntas inoperantes e improductivas llegó la última versión formada de la revista. Toda la mañana del martes estuve trabajando en ella, marcando errores y demás, después el miércoles le dejé la impresión a Verenice (la chava de servicio social que nos ayuda) para que marcara lo que yo no había visto o lo que ella considerara debía ser cambiado. Hoy en la mañana, durante una mini junta con un colaborador de la revista, junta a la que nadie aparte de mi llegó, el señor éste también marcó cosas que se nos habían ido a los demás. Cabe mencionar que es la segunda versión ya formada de la revista, ya había marcado cosas en la primera y cambiado cosas, junto con correcciones de los antes mencionados y de dos personas más de la revista. Suena como que la revista va viento en popa ¿no?
Pues no.
Le doy el impreso a Mariana, trabaja permanentemente en la revista como yo, y al empezar a revisarlo me dice “Oye, pero estas no son las versiones finales de los textos, no son las que yo tengo” y obviamente le dije “A ver, espérate, ¿qué?” “Yo tengo unas versiones distintas, las finales, que le mande a Aidee [la diseñadora, que es amiga mia], y no son éstas.” Entonces procede a decirme que no tiene caso seguir trabajando sobre el papel ya que no son las versiones finales y le manda un correo a Aidee con las versiones finales para que forme de nuevo 3 artículos, los cuales ya tenían de jodido unas 40 marcas mías, viudas, callejones, cortes de palabras incorrectos, bajar líneas, sangrías y demás.
Todo esto se traduce en que gracias a la informalidad de la oficina y el desmadre de entre no mandar los mails bien, cada quien mandar el texto o versión del texto que se le antoja y la falta de comunicación el trabajo de tres personas vale un pepino.
Todo esto me lleva a describir el ambiente de la oficina donde trabajo. Es el recinto de la informalidad. Y eso me encanta. Me fascina poder llegar tarde, poder salirme temprano, poder salirme porque tengo que ir al banco, tener acceso a internet, poder chatear y demás. Pero es bastante frustrante que las cosas empiezan a desorganizarse excesivamente rápido y fácil; esto que pasó hoy con la revista es una más de las faltas de comunicación y cada quien trabajando por su cuenta. Cada que hay un evento de la coordinación o de la revista, cada persona toma la parte que tiene asignada y la hace de la manera que se le antoja, al ritmo que quiere y muchas veces cuando no sale, culpan al de al lado o al “organizador”, a quien por cierto jamás le hicieron caso ni pelaron durante las juntas de planeación. Nunca me ha tocado ser el organizador o planeador, pero me ha tocado ya varias veces tener que hacer las cosas dos veces porque alguien se confundió e hizo mi trabajo o hizo lo que no le tocaba y eso me jode a mi, y a otros 3.
Obviamente, también he caído en el error de no comunicarme y de joder a otro, no trato de aventarle toda la culpa al de al lado y decir que mi trabajo es impecable, que nadie trabaja en equipo tan bien como yo, pero cuando estoy haciendo pendejadas intentó reconocerlas y analizarlas para no seguir haciéndolas; y si alguien me corrige por estar haciéndolas no me enojo ni pienso que el otro es un imbécil por atreverse a corregirme.
Y esto me enoja por partida doble ya que cada miércoles, en la junta semanal de la coordinación, cada persona se envuelve en su bandera cual niño héroe y se vuelve la victima de la desorganización de los otros. Entonces las juntas se convierten en un “él dijo, ella dijo” de gente discutiendo una sarta de estupideces que, además de todo, me tengo que fumar porque Elsa [mi jefa], muy sabiamente, ha dejado de venir y luego le paso los resúmenes de la junta y los berrinches de las personas. Claro, lo mejor es cuando Irma [mujer a quien detesto, no por ser mujer, sino porque es una perra] agarra y decide que sólo ella porta la verdad universal y nos la quiere meter a huevo en el hocico a todos y ella es la que más trabaja y más se esfuerza según su propia visión del mundo. Y un día la cabrona se atrevió en la junta a voltearse, señalarme y decirme que como Elsa está ahorita más metida en la academia que en la coordinación, y por ende en la revista, Mariana y yo estábamos como que muy perdidos y sin rumbo. Y como lo dijo así bien fresh y casual me sulfuré, la interrumpí en medio de su diatriba de chingaderas, y le dije “Irma, disculpa, tengo 26 años y 3 trabajando como corrector, no necesito que Elsa me esté agarrando la mano todos los días y diciéndome cómo hacer mi trabajo, me deja una serie de indicaciones semanales y objetivos a cumplir, los cumplo y entrego los resultados con Elsa. No estoy ni confundido ni perdido, tengo muy claras mis responsabilidades y mis asignaciones en la coordinación y la revista, no sé de dónde sacas que andamos perdidos y sin rumbo, el trabajo se hace y sale a tiempo, no necesitamos a Elsa de nuestra niñera.”
Obviamente, el jefe saltó a la discusión y nos tranquilizó antes de que Irma me saltara a la yugular o de que yo le aventara mi taza de café en la cara.
Para finalizar, mi punto es que aunque me gusta un ambiente de trabajo tan libre en el cual no estamos encadenados al escritorio ni vivimos para la oficina, me caga trabajar por partida doble porque a alguien no se le ocurre revisar si el pinche impreso en el que 3 personas estamos trabajando es el que le interesa que se publique, porque este número fue editado por Mariana, se podría haber molestado en preguntarme desde hace semanas si ya estaba formado o asegurarse de que Aidee lo estuviera haciendo; se supone que ese es el trabajo del editor. Pero no, ahora resulta que casi es mi culpa por no asegurarme de que Aidee reciba los textos que ni siquiera yo tengo, porque las versiones originales que corregí no son las que terminaron usando, entonces un número que de por si va retrasado se acaba de retrasar más porque hay que formar de nuevo las primeras 37 páginas.
Lo bueno es que como somos parte del sistema y de la burocracia nos va a tocar nuestra quincena y nuestro aguinaldo aunque nos sentemos en la oficina a sacarnos los mocos todo el día.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Primera entrada: Lunes a mediodía
Considero los blogs lo más cercano a leer/escribir en las paredes del baño.
Seamos sinceros, la mayoría de las personas que usa el internet con periodicidad somos, y debo incluirme, una parvada de improductivos cuyas vidas son, en el mejor de los casos, absolutamente monótonas. Mis días, como los tuyos querido lector, son aburridos, repetitivos y faltos de gloria que merezca pasar a la eternidad; me dedico a vivir de la mejor manera que puedo y disfrutar un poco el mucho o poco tiempo que tengo en la tierra.
Mi día consiste en levantarme tarde para el trabajo, bañarme lo más rápido que pueda, mientras me lavo los dientes y me rasuro, escoger los pantalones más cómodos o limpios que tenga a la mano, alguna playera que no se vea horrenda con los pantalones, tomar un par de calcetines limpios, siempre evitando que sean blancos, y ponerme mis fieles botas que aguantan más madrazos de la vida que nada, fumarme uno o dos cigarros, escuchar algo de música, revisar mi correo y mi facebook, ver el reloj y ver que es todavía más tarde de lo que imaginaba y salir de mi casa después de agarrar un yogurt del refrigerador.
Después, camino 14 cuadras al trabajo, con una parada en una tiendita para comprar unas galletas que vayan con mi yogurt, y escucho canciones que traigo en mi celular, el cual uso como ipod a falta de una. Si tengo mucha flojera o salí más tarde de lo normal, tomo un micro o de plano un taxi, eso sólo los días que tengo una junta a la cual llegar.
Una vez en la oficina prendo la computadora, me sirvo un café o un té, abro un segundo paquete de galletas, leo La Jornada, El Universal y el New York Times, no todo obviamente, en La Jornada leo las noticias del día, en El Universal los deportes y noticias del día y en el NYT sólo leo la sección de política porque me confieso fan de Barack Obama. Voy por una segunda taza de café, reviso mi correo del trabajo, le echo un ojo a artículos para la revista, corrijo lo que deba ser corregido, leo libros a publicar que llevan meses de atraso (no por culpa mía, los autores son unos huevones en el 90% de los casos y cuando les dices que algo es para el martes de la próxima semana te lo entregan el jueves dos semanas después). Bajo a fumarme un cigarro con algún compañero de trabajo y me quejo de lo que pueda quejarme ese día: ya sea el sol, el calor, el frío, a qué huele la oficina, el tráfico (aunque no uso coche y el tráfico ni me viene ni me va), cómo viene vestido alguien, qué se dijo en la junta que me desagrada, o escucho a la persona contarme su día anterior y quejarse.
Amamos quejarnos, es una parte integral de nuestro día.
De regreso en mi lugar, reviso facebook una vez más, abro Messenger, platico con distintos amigos, le cuento mis aventuras e histerias a Elisa, corrijo más cosas de libros o de la revista, reviso los PDFs de la revista si los hay, reviso cosas relacionadas a Warcraft, platico con Óscar y Pascual sobre Warcraft, me surge curiosidad por algo y lo busco en Wikipedia o internet para satisfacer mi curiosidad, hablo con Elsa y Mariana sobre la revista o la revista electrónica, reviso un posible texto para alguna de las dos.
Me voy a mi casa. Otras 14 cuadras caminando. Paso por varias preparatorias en el camino y recuerdo la época en que yo era uno de esos idiotas y me sentía tan grande, maduro y chinguetas. También me sirve para acordarme de lo que pensaba en esos tiempos de los güeyes con barba y playeras no metaleras que veía en la calle: pinches rucos fresas. Y ahora soy uno de esos.
Si me da hambre en el camino hago una parada en algún lugar que me llame la atención y como algo. Si no, llego a la casa, despierto al gordo, generalmente a golpes o gritos, y nos vamos a comer. O de plano como solo. Depende mi humor del momento.
Me siento en la computadora y me dedico a cualquiera de las siguientes actividades: jugar Warcraft, jugar aplicaciones de facebook, platicar en msn, ver series de televisión que bajé durante la semana pasada, ver películas, escuchar música. Si llego a un punto en que cualquiera de esas actividades me aburre o me harta, me pongo a leer un libro, últimamente releer porque al parecer he perdido la costumbre de ir a comprar libros nuevos, o veo una película en el dvd.
Y así llega la noche. Y sigo ahí, perdiendo el tiempo de la manera que más me llame la atención, y después juego Warcraft, me tomo un café, en algún momento del día acabo yendo a Starbucks a comprar un café, pelearme con la dependiente, a quien he bautizado como “la Hobbit” y ella me ha bautizado como “el quejoso”, si no está ella, generalmente me atiende otro a quien Óscar y yo bautizamos como “Gimli” porque se parece al de la película. Después cuando ya estoy excesivamente aburrido o cansado, me acuesto, leo y me duermo.
Y así son mis días. De vez en cuando algo rompe la monotonía, como ir a comer con alguien distinto, visitar a alguna persona o darme cuenta que he perdido mi forma delgada y estética, así que me voy al parque a correr.
¿Merece el recuento de esto un blog? Al parecer sí, ya que escribí uno. Y tú, querido lector, seguramente lo acabas de leer, pensaste “que güey tan de hueva” y regresaste a la absurda monotonía de tus días, los cuales, obviamente, no consideras monótonos ni repetitivos, pero lo son. TODOS somos monótonos, es difícil romper la rutina, además, ¿quién tiene tiempo y ganas para hacerlo? Imagina todos los días tener que hacer algo diferente y nuevo; llegaría el día en que lo único que no has hecho sería suicidarte y como buscas las emociones fuertes y novedosas, acabarías con una pistola en la sien y seguro pensando “que interesante giro ha tomado mi día, esto es absolutamente nuevo”, sin darte cuenta que día a día cientos, tal vez miles, quiero ser optimista y pensar que no son cientos de miles, de personas se suicidan porque la vida los abruma, los aburre o qué sé yo, tal vez porque un duendecillo esquizofrénico se los dijo.
Ahora, con este blog, he roto la monotonía de mi día, mejor me detengo y regreso a mis actividades repetitivas antes de que la pistola empiece a parecer atractiva.
Seamos sinceros, la mayoría de las personas que usa el internet con periodicidad somos, y debo incluirme, una parvada de improductivos cuyas vidas son, en el mejor de los casos, absolutamente monótonas. Mis días, como los tuyos querido lector, son aburridos, repetitivos y faltos de gloria que merezca pasar a la eternidad; me dedico a vivir de la mejor manera que puedo y disfrutar un poco el mucho o poco tiempo que tengo en la tierra.
Mi día consiste en levantarme tarde para el trabajo, bañarme lo más rápido que pueda, mientras me lavo los dientes y me rasuro, escoger los pantalones más cómodos o limpios que tenga a la mano, alguna playera que no se vea horrenda con los pantalones, tomar un par de calcetines limpios, siempre evitando que sean blancos, y ponerme mis fieles botas que aguantan más madrazos de la vida que nada, fumarme uno o dos cigarros, escuchar algo de música, revisar mi correo y mi facebook, ver el reloj y ver que es todavía más tarde de lo que imaginaba y salir de mi casa después de agarrar un yogurt del refrigerador.
Después, camino 14 cuadras al trabajo, con una parada en una tiendita para comprar unas galletas que vayan con mi yogurt, y escucho canciones que traigo en mi celular, el cual uso como ipod a falta de una. Si tengo mucha flojera o salí más tarde de lo normal, tomo un micro o de plano un taxi, eso sólo los días que tengo una junta a la cual llegar.
Una vez en la oficina prendo la computadora, me sirvo un café o un té, abro un segundo paquete de galletas, leo La Jornada, El Universal y el New York Times, no todo obviamente, en La Jornada leo las noticias del día, en El Universal los deportes y noticias del día y en el NYT sólo leo la sección de política porque me confieso fan de Barack Obama. Voy por una segunda taza de café, reviso mi correo del trabajo, le echo un ojo a artículos para la revista, corrijo lo que deba ser corregido, leo libros a publicar que llevan meses de atraso (no por culpa mía, los autores son unos huevones en el 90% de los casos y cuando les dices que algo es para el martes de la próxima semana te lo entregan el jueves dos semanas después). Bajo a fumarme un cigarro con algún compañero de trabajo y me quejo de lo que pueda quejarme ese día: ya sea el sol, el calor, el frío, a qué huele la oficina, el tráfico (aunque no uso coche y el tráfico ni me viene ni me va), cómo viene vestido alguien, qué se dijo en la junta que me desagrada, o escucho a la persona contarme su día anterior y quejarse.
Amamos quejarnos, es una parte integral de nuestro día.
De regreso en mi lugar, reviso facebook una vez más, abro Messenger, platico con distintos amigos, le cuento mis aventuras e histerias a Elisa, corrijo más cosas de libros o de la revista, reviso los PDFs de la revista si los hay, reviso cosas relacionadas a Warcraft, platico con Óscar y Pascual sobre Warcraft, me surge curiosidad por algo y lo busco en Wikipedia o internet para satisfacer mi curiosidad, hablo con Elsa y Mariana sobre la revista o la revista electrónica, reviso un posible texto para alguna de las dos.
Me voy a mi casa. Otras 14 cuadras caminando. Paso por varias preparatorias en el camino y recuerdo la época en que yo era uno de esos idiotas y me sentía tan grande, maduro y chinguetas. También me sirve para acordarme de lo que pensaba en esos tiempos de los güeyes con barba y playeras no metaleras que veía en la calle: pinches rucos fresas. Y ahora soy uno de esos.
Si me da hambre en el camino hago una parada en algún lugar que me llame la atención y como algo. Si no, llego a la casa, despierto al gordo, generalmente a golpes o gritos, y nos vamos a comer. O de plano como solo. Depende mi humor del momento.
Me siento en la computadora y me dedico a cualquiera de las siguientes actividades: jugar Warcraft, jugar aplicaciones de facebook, platicar en msn, ver series de televisión que bajé durante la semana pasada, ver películas, escuchar música. Si llego a un punto en que cualquiera de esas actividades me aburre o me harta, me pongo a leer un libro, últimamente releer porque al parecer he perdido la costumbre de ir a comprar libros nuevos, o veo una película en el dvd.
Y así llega la noche. Y sigo ahí, perdiendo el tiempo de la manera que más me llame la atención, y después juego Warcraft, me tomo un café, en algún momento del día acabo yendo a Starbucks a comprar un café, pelearme con la dependiente, a quien he bautizado como “la Hobbit” y ella me ha bautizado como “el quejoso”, si no está ella, generalmente me atiende otro a quien Óscar y yo bautizamos como “Gimli” porque se parece al de la película. Después cuando ya estoy excesivamente aburrido o cansado, me acuesto, leo y me duermo.
Y así son mis días. De vez en cuando algo rompe la monotonía, como ir a comer con alguien distinto, visitar a alguna persona o darme cuenta que he perdido mi forma delgada y estética, así que me voy al parque a correr.
¿Merece el recuento de esto un blog? Al parecer sí, ya que escribí uno. Y tú, querido lector, seguramente lo acabas de leer, pensaste “que güey tan de hueva” y regresaste a la absurda monotonía de tus días, los cuales, obviamente, no consideras monótonos ni repetitivos, pero lo son. TODOS somos monótonos, es difícil romper la rutina, además, ¿quién tiene tiempo y ganas para hacerlo? Imagina todos los días tener que hacer algo diferente y nuevo; llegaría el día en que lo único que no has hecho sería suicidarte y como buscas las emociones fuertes y novedosas, acabarías con una pistola en la sien y seguro pensando “que interesante giro ha tomado mi día, esto es absolutamente nuevo”, sin darte cuenta que día a día cientos, tal vez miles, quiero ser optimista y pensar que no son cientos de miles, de personas se suicidan porque la vida los abruma, los aburre o qué sé yo, tal vez porque un duendecillo esquizofrénico se los dijo.
Ahora, con este blog, he roto la monotonía de mi día, mejor me detengo y regreso a mis actividades repetitivas antes de que la pistola empiece a parecer atractiva.
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