Después de casi un año de querer ver “Let the right one in” (Låt den rätte komma in en sueco) por fin la renté y me di el tiempo de verla. Soy muy desidioso con las películas, tengo que estar de cierto humor para verlas, por más ganas que tenga. Esa es una de las razones por las cuales no voy seguido al cine, tengo que realmente estar de cierto humor para chutarme una película y, la mayoría de las veces, en el cine no me la pasó tan bien por los idiotas aleatorios que abundan en las salas (los que no dejan de hablar de cualquier cosa menos de la película, los que son incapaces de seguir la trama, los que hacen bromas estúpidas o los que están muy interesados en su celular), pero de vez en cuando una película me llama tanto que tengo que ir a verla al cine (o, en el caso del último año, Priscila quiere verla en el cine y vamos a verla). Ese era el caso de esta película, desde que leí reseñas sobre ella quise verla, después vi las reacciones de la gente y supe que tenía que verla; el gran problema es que a México es más común que traigan basura regurgitada y de consumo fácil que películas de calidad, a menos que se de el caso de que una película sea buena y además pueda ingresar mucho dinero en taquilla (como el caso de Toy Story 3, Alicia en el país de las maravillas y otras, que, aunque no son joyas de la cinematografía, no son basura como Día de San Valentín o la infinidad de comedias románticas con que nos bombardean).
Debo aceptar que no soy un cinéfilo, no veo películas de arte, indies o documentales, mi gusto es bastante ecléctico y puedo disfrutar películas como Exterminio 1 y 2 (28 days later y 28 weeks later por sus títulos originales) o las clásicas de matanza y zombies, así como puedo sentarme y disfrutar películas como El séptimo sello de Ingmar Bergman (aunque esa película en particular me costó mucho trabajo), por lo que no fingiré que soy la norma en cuanto a películas, nunca voy a la Cineteca Nacional, no voy a las muestras de cine y es muy raro que vea películas que vienen de Chechenia, Turquía o algún otro país que tiene una industria cinematográfica más pequeña que México. Pero creo que dentro de mis preferencias no artísticas y un poco estándares tengo un buen gusto; las películas que más disfruto, por lo general, tienen bastante sufrimiento y, en muchas de ellas, al final triunfa el espíritu humano, pero no de la manera cliché y barata casi con un deus ex machina que no tiene sentido o que se siente falso. Eso sí, odio las películas que te obligan a llorar o que buscan que llegues a una catarsis que siento forzada (estoy pensando en Dancer in the dark de Lars Von Trier donde es imposible no sufrir con el personaje principal).
De regreso al tema de esta entrada, “Déjame entrar” es una película basada en un libro sueco que no he leído, pero que planeo leer apenas tenga dinero para pedirlo de amazon, y cuenta la historia de un niño, Oskar, quien no tiene amigos, vive solo con su madre y es victima de abusos en la escuela. Una de las primeras escenas que vemos es a Oskar en ropa interior con un cuchillo en la mano diciendo “grita, chilla como puerco” a un enemigo imaginario. Su pelea se ve interrumpida por la llegada de un taxi del cual bajan nuevos vecinos: un señor de arriba de 50 años y un infante medio andrógino. Otra noche Oskar se encuentra en el patio común de su condominio practicando acuchillar a un árbol mientras le dice que grite como puerco cuando aparece el ser andrógino de antes y resulta ser una niña de 12 años que se llama Eli.
Para no arruinar la trama de la película, ésta es una historia de amor en su sentido más básico. Oskar se enamora de Eli y ella parece corresponder su cariño, pero por ser niños, y para colmo suecos, nunca hay un acercamiento muy explicito o una gran demostración de romance. El género de la película es el terror y sí tiene algunas escenas muy perturbadoras y otras muy tensas en las que estás esperando que pase algo malo. Lo que más me gustó de la película fue esa facilidad que tuvo conmigo de conectarme con los personajes, de sentir algo por ellos y de sentir ese amor de trasfondo, un amor inocente en un contexto lleno de violencia y muerte. Pero los personajes se mantienen inocentes e infantiles, Oskar nunca deja de ser un niño con imaginación y ciertas esperanzas, y después contagia a Eli con esto en la que considero la escena clave de la película donde ella le demuestra un amor incondicional ante un berrinche infantil de Oskar. No soy una persona romántica pero no he llegado al pragmatismo total como para negar los sentimientos y puedo detectarlos todavía (mínimo hasta que me convierta en el científico de Las partículas elementales, lo cual me aterra, pero a veces pienso que en efecto terminaré siendo él en cierta medida). Esa inocencia de los personajes me hizo recordar a cuando era un niño, cuando todo parecía tan fácil y el ideal del amor te resolvía más problemas existenciales de los que en realidad tenías, recuerdo la expectativa de tener novia, de saber si te estabas clavando, sentir esos primeros enamoramientos donde pareces perrito moviendo la cola cuando llega el dueño con comida; y hay gente que tiene una capacidad enorme de maravillarse ante la nimiedad y ante cada nueva relación y se juran a sí mismos que esta sí es la buena (debo aceptar que no tengo en muy alta estima a la gente que es así con cada relación, me parecen infantiles, pero recuerdo cómo se sentía y tiene algo de idílico, como cuando recuerdas tu casa de la infancia como si hubiera sido enorme, del tamaño de un Taj Mahal y en realidad era un departamentito en el que no cabía la familia, pero en tu mente siempre será ese lugar inmenso que vio tus primeras peleas contra tus terrores, en mi caso, esas casas pequeñas en las que viví fueron los primeros lugares donde escapé del mundo real y me sumergí en un mundo imaginario que no tenía fronteras. Recuerdo el patio de mi casa de Victoria como un espacio gigantesco que recorría constantemente con mis juguetes, generalmente soldaditos de plástico, y que era escenario de incontables batallas; vi ese patio hace un año y no es tan vasto como recordaba, ni tan bonito y verde, aunque eso es por años de abandono, pero no pude evitar sentir la nostalgia de que ahí pasé unos de los años más felices de mi vida).
A final de cuentas, y retomando el tema inicial, esta película es una de esas joyitas que valen mucho la pena y que espero mucha más gente vea. Es violenta, es terrorífica, es tensa, es sangrienta, pero también está llena de ese amor cándido e inocente. Tiene dos o tres escenas que podrían tener un valor erótico muy alto, excepto que los protagonistas son niños, entonces sientes que no lo hacen con un subtexto sexual, es parte de esa inocencia de la juventud. Aunque sin duda, de acuerdo a las reseñas, existe una carga mucho más sexual en el libro, aunque no tanto alrededor de los personajes. Simplemente me basta decir que hay un momento en la película donde Oskar le dice a Eli “beso” en clave morse después de uno de los eventos más violentos de su joven vida. Si eso no es romanticismo y amor entonces no sé qué lo pueda ser.